miércoles, 3 de agosto de 2011

Al acecho de las pandillas

El salvajismo con el que actúan los pandilleros no tiene límite. El último fin de semana un bebé, de apenas 25 días de nacido, fue asesinado por uno de los 8 mil 525 pandilleros que habitan en Lima y que cada día son “protagonistas” del horror que viven no solo los vecinos de la zona donde se reúnen o accionan, sino por los ciudadanos de a pie que ven en estos jóvenes de mal vivir un verdadero peligro, pues no solo asaltan sino también asesinan.
    Según el último informe elaborado por la Policía Nacional del Perú, con apoyo de agentes de inteligencia, hasta junio de este año la VII Dirección Territorial de la Policía (DITERPOL)-Lima, entre las cuales se encuentran las Divisiones Policiales de Cañete (Lima Sur), Huacho (Lima Norte) y Chosica (Lima Este) se ha identificado a 242 pandillas entre Lima Metropolitana y provincias.
    Pero eso no es todo. Este casi cuarto de millar de pandillas que azota la capital está integrado por 7 mil 791 jóvenes cuyas edades comprenden entre 16 y 25 años, aproximadamente. Cabe señalar que en este número total de integrantes, la policía registra que  7 mil 304 son hombres y que 487 son mujeres.
     
Pandillas chalacas
 A las 242 bandas de pandilleros plenamente identificadas por los agentes del orden en lo que va de este año, se suman también las 29 bandas que pululan en el Callao, otro foco infeccioso de estos grupos juveniles que cada día asesinan a sangre fría, a uno o dos chalacos como lo demuestran las noticias policiacas.
    Sin embargo, cabe precisar que en estos grupos chalacos existe un “machismo” bien marcado pues la totalidad de sus integrantes, que hasta junio de este año estaban plenamente identificados por la policía, suman un total de 734 varones. Ninguna mujer se asoma al terreno de estos vándalos. 
    Pero las provincias no se quedan atrás con este flagelo juvenil que tiene en vilo a los peruanos por su salvajismo y crueldad para cometer sus crímenes. El tema de las pedradas, el cuchillo o las armas rudimentarias van quedando atrás, pues también se les ha visto portar armas modernas y de grueso calibre con la más absoluta libertad, sobre todo en el Callao.
    Los vecinos de La Punta, Bellavista o La Perla denuncian que no hay hora o lugar. Simplemente suben a las combis o buses para asaltar. Con armas en su mayoría. Basta un par de zapatillas, una mochila, un reloj, un gorro o hasta unos lentes bonitos para que los pidan con sus tremendas pistolas doradas o plateadas amenazantes. Nadie se resiste pues todos apuntan hacia la sien


En el caso del norte del país, la II Dirección Territorial de la Policía-Chiclayo ha identificado a cinco pandillas integradas solo por varones. Mientras que sus colegas de la XIII DITERPOL-Huaraz registra cuatro bandas juveniles en su jurisdicción, integradas por 25 varones y 18 mujeres. A este grupo le siguen otros con las mismas características identificados por la X DITERPOL-Cusco. Esta lidia en su jurisdicción con tres grupos pandilleros cuyos miembros ascienden a un número nada despreciable: 90 integrantes hasta junio del 2011.


Ataques pandilleros 2011
31 de julio. Un grupo de pandilleros le destrozó la cabeza a un bebé, en su intento por robar la vivienda de Carlos Sánchez Castro y Lenny Salinas Casino, en San Juan de Lurigancho. Ambos fueron atacados por este grupo de desadaptados y, en su intento por defenderlos, Neida Luis Quezada, de 17 años, trató de socorrerla con su pequeño Ronald Neymar Sulca Luis, sin imaginar que también le caería una pedrada.
    5 de junio. Un grupo de pandilleros acuchilló a José Raúl Huerta Eugenio, de 20 años, para robarle su celular y el poco dinero que llevaba en su billetera. El crimen ocurrió en Comas. La víctima laboraba en una pollería y estaba a pocos metros de su vivienda en el pueblo joven Año Nuevo cuando unos tres sujetos lo interceptaron para robarle sus pertenencias.
    Ese mismo día, pero en la avenida Víctor Andrés Belaunde, dos jóvenes fueron heridos de bala durante un enfrentamiento entre pandillas.



“Las pandillas son organizaciones que tienen un líder, que están en las barras bravas o pertenecen a un barrio. Se identifican diciendo: “Somos del Barrio Castilla” o “Somos del Barrio Los Rugia”, por ejemplo. Tienen una especie de territorio o una rivalidad. En algunos casos esto conlleva a que se maten o se baleen entre ellos, en venganza porque no pueden enamorar a la chica de otro barrio, que es un caso común.
    Estos chicos actúan como si estuvieran en el oeste. Tienen el sentido de pertenencia totalmente equivocado pues el caso más típico es el de los barristas de Universitario que no pueden estar en la zona de Alianza Lima o viceversa.
    Lo lamentable es que vienen de familias donde ambos padres trabajan y descuidan la crianza de los hijos. En otros casos, porque son hijos de una madre soltera que también hace las veces de un padre y, en el peor de los casos, sus padres no los encaminan como es su obligación.
    Esta situación, sumada al narcotráfico, hace que las pandillas proliferen y crezcan hasta convertirse, en muchos casos, en barras bravas como las que vemos ahora y que manifiestan su violencia los fines de semana o en días festivos.
    Una manera de afrontar este problema es que las autoridades policiales se unan a las municipalidades. Experiencias exitosas hay como en El Agustino o Surquillo que les dan trabajo, y a la vez los controlan

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