miércoles, 10 de octubre de 2012

PANDILLAS

SAL Y PICANTE

Pandillas

ÓSCAR COLLAZOS

Publicado el 06 Octubre 2012

Una pandilla es “un grupo de personas que se reúnen habitualmente para divertirse o para realizar una actividad determinada en común.” 
En el lenguaje coloquial de los españoles, “panda” no es un oso sino un grupo de amigos, una “barra”, un “bonche”, una “patota”. Si nos ponemos a hilar fino, todas estas acepciones llevan a la temible palabra “cartel”, palabra que en algunos países se pronuncia con tilde en la a.

Las acepciones son muchas y resultan resbalosas a la hora de hacer una interpretación con fines penales. Lo mejor es abstenerse de interpretar la palabra pandilla como calumniosa o injuriosa. ¿Es que no puedo hablar de las pandillas de abogados que atemorizan a los periodistas y de las pandillas de contratistas que saquean al Estado? El uso simbólico de las palabras no se deja atemorizar por los esguinces judiciales.

Los diccionarios de la lengua pueden tener más fuerza defensiva que la interpretación literal del Código Penal. ¿Cuál de sus distintos significados quiso darle Juan Gossaín a la palabra pandilla? ¿El simbólico, el literal?

Muchos políticos frecuentan más el Código Penal que los diccionarios de la lengua española. Tal vez sepan que pandilla es “la que forman algunos para engañar o perjudicar a otros”, que es “un grupo de gente que comete o realiza actos ilícitos”, pero ignoran que pandilla puede ser una versión barrial de las “afinidades electivas” de Goethe.

Las palabras tienen parentesco en primer, segundo y tercer grado. En razón de este parentesco, pandilla es parienta de partida, de cuadrilla, de gavilla, de caterva y de facción. Todas estas palabras son de uso despectivo. Pero si digo facción no estoy diciendo caterva, si digo cuadrilla no estoy diciendo gavilla, aunque sean parientas cercanas de pandilla.

Yo sí creo que detrás del alcalde se ha estado moviendo una partida de sinvergüenzas. Él mismo se quejó diciendo que se las hacían en su ausencia. El Sr. Fabio Castellanos, Jefe de la Oficina Asesora Jurídica reveló que “al alcalde, papel que le llegaba, era papel que firmaba”. Quiso defenderlo pero lo botó al agua: la ingenuidad no excusa los delitos.

Este gobierno no empezó el día en que el alcalde dijo que se iba a Bogotá a hacerse trabajos de pintura y latonería. Ya habíamos soportado dos crisis de gabinete en 8 meses y los cartageneros no sabían cómo se iban a reubicar las nuevas pandillas políticas ni quién era verdaderamente el preferido de El Ausente.

El preferido resultó ser Óscar Brieva y no Felipe Merlano, a quien le serrucharon el piso. No podía, por dignidad y rango intelectual, ser el nuevo sparring del bus. Y esto explica su renuncia.

En las actuales circunstancias, entiéndase lo que se entienda por pandilla, una “caterva de vencejos” guarda silencio ante la crisis de gobierno y moralidad pública más escandalosa de los últimos años. La mediocre gobernabilidad no es consecuencia de la enfermedad del alcalde sino de un cúmulo de improvisaciones, de un fantasioso deseo de ser alcalde, de un apego patológico a la ilusión del poder, del error de complacer a todo el mundo, de confundir la gobernabilidad con la piñata.



* Escritor


BAJADO  DE    http://www.eluniversal.com.co/columna/pandillas

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